sábado, 1 de septiembre de 2012

La izquierda confusa de nuestros días


A principios del presente siglo XXI ya era evidente que la izquierda lucía la apariencia de una secta religiosa que había sufrido un terremoto: se le habían caído las iglesias, se le habían muerto los profetas y se le habían podrido sus sagradas escrituras en las manos. Y lo que es peor, el mundo seguía progresando. No había llegado el fin del mundo capitalista que tanto esperaban, ni el mesías había descendido del cielo para implantar un nuevo orden económico mundial. Era evidente que sus análisis eruditos convertidos en mensajes divinizados, así como sus profecías "científicas" no habían sido más que alucinaciones histéricas.

Descubrir que la izquierda marxista no era más que un montón de dementes idiotizados con una ideología perversa nos costó mucha sangre, muertes y miseria. No solo a los peruanos sino al mundo entero, pues el marxismo fue la peor plaga mental que haya padecido la humanidad. Cuando todo ese insano y macabro espectáculo de alienados gritando y pidiendo guerra y violencia purificadora con el puño en alto llegó a su fin, muchos pensamos que la izquierda se disolvería para formar una moderna clase política seria, madura, realista, que deje atrás las ideologías irracionales. Sin embargo, lamentablemente no ha sido así.

Tras el descalabro del socialismo a nivel mundial quedó a la vista la ignominiosa miseria de estos países, tal como aun se observa en los socialismos sobrevivientes. Luego del desbande de las guerrillas latinoamericanas y la derrota final del terrorismo de la izquierda peruana, solo cabía esperar algo de sensatez. Pero no fue así. La nueva izquierda encarnada por Ollanta Humala no ofrecía más que el mismo discurso gastado del ayer, apenas maquillado con algo de progresismo. Para colmo, esa izquierda se quedó sin su líder luego de las elecciones. El panorama de la izquierda peruana hoy es pues desolador.

Si tuviesen algo de sentido común, los izquierdista deberían sentarse a meditar en todos sus errores y dejar atrás, en primer lugar, sus fracasadas teorías marxistas; en segundo lugar, el fracasado modelo estatista, que no tiene nada que ver con el marxismo. Como bien dicen los verdaderos marxistas, eso es tan solo un "capitalismo de Estado", y es un modelo que ya probó ser un desastre. La nueva izquierda solo parece haber abandonado su programa político basado en la lucha armada y en la guerra popular del campo a la ciudad. Pero no han abandonado su programa económico centralista basado en el Estado ni han dejado atrás su prejuicio contra la empresa privada. Ambos siguen siendo pilares del pensamiento de izquierda, al que se le ha añadido el discursillo del medio ambiente y de los DDHH, algo que nunca tuvo antes la izquierda. Esto ha sido un añadido de la nueva generación de comerciantes de valores que son las ONGs.

¿Qué cabe esperar hoy de la izquierda? ¿Tenemos realmente una nueva izquierda? Aun existen muchos elementos de la izquierda cavernaria, como por ejemplo su acción política fundada en el odio. Apenas hay un cambio de matiz. Antes era un odio mortal al aprismo, que venía desde las épocas de los debates entre Mariátegui y Haya. Hoy es un odio mortal al fujimorismo, que viene desde la derrota del terrorismo pero que fue cimentado por el miserable informe final de la CVR. La violencia tradicional de la izquierda apenas ha cambiado, pues han dejado las armas y la dinamita para coger las piedras, los garrotes y los tarros de pintura. O sea, han dejado la guerrilla y el terror pero siguen apostando por el caos social. Y hay más.

Por un lado existen aún viejos líderes pertenecientes a aquellos alienados del marxismo pre muro de Berlín, como Gregorio Santos y muchos "ciudadanos por el cambio". No sabemos qué tienen hoy en sus cerebritos los delirantes del ayer como Javier Diez Canseco. Pero es evidente que se han quedado con el chip del anticapitalismo y critican acremente la "política neoliberal" que tan buenos resultados nos está dando. Ya no parece posible que estos corrijan su cerebro.

Por lo pronto tenemos una izquierda sin líderes y sin ideas nuevas. Cargan con un pasado de vergüenza, lleno de violencia, muertes y fracasos políticos. Hoy solo tienen un discurso gaseoso en torno a utopías místicas como la igualdad, la distribución equitativa de la riqueza, la inclusión social, etc., todo lo cual lleva tan solo al montaje de programas sociales. Más allá de una palabrería dulce y poética que solo atrae a jóvenes imberbes, no tienen nada en concreto. La perspectiva parece apuntar a la necesidad de inventar un nuevo líder de izquierda que encarne los delirios y ambiciones de este segmento de resentidos sociales. Todo parece indicar que este será Gregorio Santos. Por lo menos ya tiene a varios ayayeros haciéndole los carteles y algunos medios dándole cada vez más espacio.


DB

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