lunes, 28 de octubre de 2013

La feria delictiva de los antitaurinos


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Una nueva clase de escoria social parece estar creciendo y cobrando fuerza cada año. Son los antitaurinos. Antes no les dábamos demasiada importancia porque su número era reducido y no pasaban de algunas extravagantes exhibiciones focalizadas, que la mayoría miraba como escenas de mal gusto protagonizadas por auténticos idiotas que no tienen nada mejor que hacer en su insípida existencia. Pero ahora estos grupos ya han pasado a otra etapa de su activismo enfermizo: han optado por el vandalismo. Ya no se limitan a insultar, marchar y amenazar. Ahora irrumpen en la misma corrida, destruyen propiedad privada, pintarrajean los autos de los asistentes a Acho, les rayan la pintura, pinchan los neumáticos, rompen las lunas, etc. Y para completar su hazaña han provocado un incendio en un depósito donde se guardan los cojines que se usan en Acho, además de apuñalar a un policía.

Acá ya no se trata de discutir si las corridas son o no son arte y cultura o tortura y asesinato. El debate está en torno a si es admisible esta clase de delincuentes juveniles, donde incluso hay menores de edad y algunos mayores con evidentes problemas de personalidad, jugando a ser cruzados de la justicia, aunque en este caso se trata de muchachos que se sienten defensores de los toros. La verdad es que no nos interesa su discurso. Se trata simplemente de otra banda de fanáticos estúpidos, ocultos tras las banderas de una ética propia que pretenden imponer a todo el mundo porque sienten que su moral es superior. Es decir, no pasan de ser unos talibanes. De esa clase de escoria estamos hartos en este mundo.

Esperemos pues que la policía y las autoridades sean efectivos e inflexibles con estos desadaptados sociales que se creen profetas de la moral. Habrá que enseñarles con los mismos métodos violentos y extremos que emplean en su apostolado, cómo se debe respetar a los demás. El mundo civilizado se basa en el debate y el convencimiento. Nadie puede venir a arrogarse la autoridad de decirle a los demás cómo tiene que vivir, ni a pretender imponer prohibiciones ridículas para que el mundo sea como a ellos les gusta. Si hay algo que nos debe preocupar no son las corridas de toros que se dan escasamente en nuestra ciudad, sino la aparición de estas bandas de fanáticos idiotizados que buscan causas insulsas para darle un sentido a su vacía existencia.

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