martes, 20 de mayo de 2014

De la Unión Civil a la Guerra Civil


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Había dicho que no tocaría más el tema de la Unión Civil porque ya aburre, cansa, agobia y, lo peor de todo, desmoraliza al ver tanto primitivismo. El debate está estancado en el mismo punto porque de un lado se exhiben razones prácticas y jurídicas mientras que del otro, solo se escuchan versículos bíblicos. Unos quieren simplemente el reconocimiento de sus derechos elementales, mientras que los otros luchan contra el demonio, el pecado y la conspiración universal de la logia gay que nos quiere imponer su ideología maligna para destruir nuestra sociedad, desnaturalizar la sagrada institución del matrimonio, desvirtuar la familia, aniquilar la sociedad y ofender a Dios.

No es exagerado saludar la valentía del congresista Carlos Bruce al reconocer públicamente su homosexualidad en un país que aun vive en la Edad Media y donde los cobardes abundan en las redes. Me consta que el solo apoyo a la ley de Unión Civil significa soportar una andanada de insultos y amenazas de todo calibre, incluso y para colmo, de quienes uno consideraba amigos. De hecho he tenido que cancelar algunas amistades y hasta bloquearlas para no seguir leyendo sus histéricos mensajes.

Este tema le ha sacado la careta a quienes andan disfrazados de liberales pero que en realidad solo son parte de la logia ultra conservadora religiosa y macartista, en furiosa campaña anticomunista para defender su fe y su iglesia. De liberales no tienen nada. Son tan totalitarios, dogmáticos y peligrosos como el comunismo que detestan y combaten. Así que lo mejor sería mantenerlos apartados de la política.

La mayoría de liberales ha expresado su apoyo a la ley de Unión Civil y quienes se oponen tienen otras alternativas. En el liberalismo nadie han trazado una raya en el piso señalando que quiénes la cruzan serán expulsados del paraíso liberal para morir en la hoguera de la condena y el desprecio. Nada de esto ocurre en el liberalismo. Seguimos siendo amigos dentro de nuestras discrepancias en este como en otros temas puntuales. El liberalismo no es una doctrina de fe sino una práctica del razonamiento.

Algunos han señalado que he cambiado de opinión. En parte es cierto. Mi oposición inicial obedecía a que no soy un experto en derecho. Luego de participar en varios debates, algunos presenciales y muchos virtuales, incluyendo una maratón de madrugada en Facebook, tuve que admitir la necesidad de dar ese paso en favor de la comunidad gay. Sigo pensando lo mismo respecto del matrimonio y la familia. Pero esos son temas teóricos. También dije que si se demostraba objetivamente que no había otra forma de reconocer los derechos de las parejas gay había que apoyar la ley Bruce. Y esto ha sido demostrado. 

La Dra. Martha Chávez ha presentado un proyecto alterno que parece ser suficiente y aun más amplio. El caso es que los derechos no pueden negarse. 

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