domingo, 4 de octubre de 2015

Recordando a un dictador


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Como de costumbre, el rojerío no ha dejado de pasar por alto la celebración del 3 de octubre, fecha del último golpe militar de nuestra historia a cargo del general Juan Velasco Alvarado, hace ya casi medio siglo. Velasco sigue siendo el líder admirado por la izquierda peruana por una sola razón: la destrucción de un sistema económico mediante el abuso y la prepotencia en contra de lo que llaman "la oligarquía", especie de cuco infantil de la izquierda. El resultado de esa funesta aventura socialista fue el incremento de la pobreza, la migración masiva del campo a la ciudad y el inicio de las importaciones de alimentos agrícolas. 

Es triste ver a una izquierda melancólica que celebra a un dictador que causó tanto daño al país, empezando por la destrucción de la democracia y acabando con las libertades ciudadanas. Velasco representa el atropello más nefasto de la libertad de prensa que hubo jamás en el Perú, el abuso del poder en todos sus extremos, incluso para deportar ciudadanos incómodos, el robo institucionalizado de la propiedad privada. Pero todo esto son cosas que entusiasman a una izquierda delirante y siempre ansiosa de destruir "el sistema". La izquierda nunca ha pasado de la fase de larva antisistema. Solo son impulsores de la destrucción y generadores de miseria amparados en un discurso delirante. Es exactamente lo que hizo Velasco Alvarado.

He visto que siguen justificando el golpe de Velasco con el cuento de la página once y el "rescate de la dignidad nacional". Eso quiere decir que el psicosocial que montaron los velasquistas aun sigue dando resultados. La página once es un mito que surgió de un escándalo ridículo montado por la prensa chicha y aprovechado por los golpistas que ya tenían el golpe tramado. Surgió porque el Sr. Loret de Mola, presidente de la EPF, denunció que a la copia del contratio con la IPC, entregada al presidente y devuelta por este, le faltaba la última página. Una página que no formaba parte del contrato y que nadie más que el Sr. Loret de Mola había visto jamás, y donde dice este que escribió de puño y letra unos cálculos sobre el precio del petroleo. Es decir, una completa cojudez. La supuesta página once no formaba parte del contrato, como es obvio al revisar las otras copias del contrato. Aparentemente era una hoja que al Sr. Loret de Mola se le ocurrió anexar a su propia copia con unos cálculos a mano.

Bastó la sola denuncia para que la prensa armara el mayor escándalo político de la historia alrededor de una simple imaginaria hoja que no era parte del contrato. Si el Sr. Loret de Mola hizo unos cálculos ¿qué le impedía volver a calcular? Pero la histeria se apoderó de la prensa y de los políticos apristas y comunistas que no se cansaban de acusar al gobierno de entreguista y vendepatria. Esto fue aprovechado por Velasco para salir a posar como el salvador de la dignidad nacional con el show patriotero más ridículo jamás visto. Se apoderó de la vieja refinería de Talara metiéndose con tanques de guerra, como si fuera la invasión nazi a Polonia. Años después se sabría que Velasco le pagó a la IPC la friolera de US$ 800 millones de dólares por esa vieja cafetera. Un gran gesto de dignidad.

La remembranza de Velasco solo revela el pobre nivel mental de la izquierda criolla. Leer las columnas que evocan el golpe velasquista es caer en el delirio del odio al rico y la destrucción del mundo que les parece injusto. Volvemos a leer la hipocresía y doble moral del rojerío que idolatra a un golpista que destruyó la democracia y llevó al país a la miseria, creando las condiciones para la gran crisis económica de los 80 y el surgimiento de Sendero Luminoso desde las bases del magisterio que le cedió al extremismo comunista. No hay nada que celebrar cada 3 de octubre. Es una fecha indigna de la patria que no debería rememorarse. Velasco solo merece repudio y condena.

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