sábado, 19 de marzo de 2016

Atrapados en el pasado


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

El antifujimorismo ha vuelto a reactivarse como hace cinco años. Este es un movimiento esencialmente de izquierda y juvenil, y a veces hasta infantil. Los marchantes evidencian tal inmadurez que uno se pregunta de dónde han obtenido tanto odio y radicalismo sobre algo que no conocieron. Evidentemente han sido adoctrinados en el odio, que es la tarea principal de la izquierda en las universidades. A decir verdad la izquierda odia todo. Se sustenta en el odio. Detesta el mundo convencido de que todo está mal y plantean cambios radicales. Esta es obviamente una actitud que calza perfectamente en la mentalidad de los jóvenes. Por eso mismo suele afirmarse que ser de izquierda a los 20 es natural, pero serlo a los 40 es estúpido.

El antifujimorismo es parte esencial de la "izquierda moderna", es decir, de la izquierda pos terrorista, pos muro de Berlín y pos colapso del comunismo en el mundo. En buena cuenta lo que queda de la izquierda hoy es apenas algunas posiciones de reclamo social muy puntuales, donde se incluye el rechazo a la memoria del fujimorismo de los 90. El ecologismo es solo una fachada que les sirve para vivir mantenidos por ONGs ecologistas internacionales, en reemplazo de la URSS y otros países comunistas extintos que los financiaron para jugar a las guerrillas y el terrorismo desde los 60 hasta fines de los 80. Hoy las ONGs ecologistas internacionales financian a los grupos antmiineros y sus movilizaciones a nivel nacional. Eso es todo lo que queda de la izquierda. Ya ni ideología tienen.

El antifujimorismo es algo que le da sentido a la existencia de estos grupitos de exaltados progres juveniles, apoyados por adultos que se quedaron en el retraso mental del izquierdismo, a los que se suman periodistas y opinólogos que gustan posar como defensores de la democracia y la moral. La pregunta es si tiene sentido oponerse hoy a Keiko Fujimori con el argumento del pasado. 

¿Por qué no condenamos a la Iglesia Católica por todos los crímenes de la Santa Inquisición? ¿Por qué no condenamos a la Iglesia Católica por oscurantista y anticientífica debido a los crímenes que cometió contra Giordano Bruno y su abuso contra Galileo? ¿Por qué no condenamos a la Iglesia Católica por apoyar el aborto hace solo un siglo, cuando lo justificaba si la mujer había concebido fuera de la gracia del matrimonio, y preservar el honor de la familia era lo más importante? En fin, podemos sacar muchos ejemplos más. Habría que condenar también al APRA por haber sido un grupo terrorista en el pasado, con crímenes políticos como el asesinato del presidente Sánchez Cerro y el director del diario El Comercio y su esposa, así como el ataque a cuarteles militares. ¿Y por qué no condenar a Alan García, quien sigue ostentando el título del peor presidente de la historia y autor mediato de crímenes de lesa humanidad, como la masacre de El Frontón, además de numerosos casos de corrupción que nunca fueron juzgados? 

Evidentemente quedarse en el pasado es propio de estúpidos. Carece de sentido. No se puede vivir mirando atrás y revivir odios como si fueran del presente. Seguramente me dirán que no podemos condenar a la Iglesia Católica por todas esas situaciones del pasado porque eran otras circunstancias. Y tienen toda la razón. Lo mismo podríamos decir de los 90, una época de transición en que el Perú se recuperaba del desastre absoluto de la crisis económica y del acoso criminal de los terroristas de izquierda, que habían hecho colapsar no solo la economía sino todas las instituciones del Estado, principalmente el sistema judicial y carcelario. En los 90 pudimos reconstruir el país de las cenizas. Y todavía bajo el fuego del terrorismo, pues el último ataque del MRTA fue en 1997. El Perú no era un país normal. Estábamos saliendo del Apocalipsis para ir hacia la normalidad de un país moderno, con un nuevo Estado y nuevas instituciones. No era pues ni de lejos el país que somos ahora. Y por eso mismo es absurdo juzgar esa época con la mentalidad del presente.

Han pasado 15 años de la caída del fujimorismo con todos sus aciertos y errores. El país que tenemos hoy es fruto de esos años y de esa Constitución. Habría que preguntarse si tiene algún sentido racional estigmatizar a Keiko por lo malo ocurrido en los 90, pero aumentado y falseado. No se puede engañar a la gente con cuentos como las "300 mil esterilizaciones forzadas". En ese solo caso hay tal distorsión de la verdad que asombra la estupidez de quienes creen en ese cuento. Harían bien en estudiar ese caso para que dejen de cacarear mitos. Hay varias fuentes en la web si quieren educarse y conocer el tema. Pero como ese, el movimiento antifujimorista pulpín está lleno de mitos en los que creen ciegamente en medio de su ignorancia. El odio de la izquierda al fujimorismo es un rencor histórico por haberlos derrotado, especialmente por haber aniquilado al MRTA, el movimiento cercano al Partido Socialista de Javier Diez Canseco y otros grupos. Nunca le perdonarán a Fujimori haber masacrado su grupito terrorista y haberse paseado por encima de sus cadáveres.

Lo más grave del asunto son los medios, es decir, periodistas y opinólogos que creen que es sensato oponerse a Keiko fundados en las imágenes míticas de los 90. Es decir, están presos en el pasado. ¿Acaso es posible repetir las condiciones históricas en que gobernó Fujimori? Es un disparate. No es posible posar como inteligentes asumiendo posturas tan absurdas. Todo lo que buscan es ganarse un falso perfil de defensores de la democracia. La democracia no es vivir mirando el pasado y evocando fantasmas. El país necesita de líderes que aterricen en el presente y vean hacia el futuro. Solo los traumados y pobres de mentalidad se quedan enfocados en el pasado. Hay que superarlo.

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