jueves, 3 de marzo de 2016

Los refritos de la campaña electoral


Por Dante Bobadilla Ramírez
Fuente: El Montonero

¿Cuál es la principal idea que se discute en esta campaña? La renegociación de los contratos de gas, que es básicamente una tesis reivindicativa patriotera de cuño nacionalista, como la que levantaba Ollanta Humala frente al triángulo terrestre y, más atrás, Velasco Alvarado frente a Brea y Pariñas. En buena cuenta, no es una idea sino un refrito de campaña. Una posición política a la que se han ido sumando otros, uno por uno, para no quedarse atrás. Y esto es lo más lamentable de esta campaña: ningún candidato tiene identidad propia. Se acomodan a las ideas que más o menos van tomando fuerza en el ambiente. Hasta se reclaman la autoría.

El mismo PPK que inicialmente ridiculizó la tesis de renegociar los contratos, reculó. Otra vez, volvemos a ser un país impredecible, donde los contratos del Estado son revisados cada vez que entra un nuevo gobierno. ¿Qué pasó con la actitud anterior de “vamos a respetar los contratos firmados” que se escuchó desde tiempos de Toledo? Vamos de mal en peor.

Todos los candidatos proponen estatismo progresista y populismo regalón. La verdad es que necesitamos un verdadero antisistema, alguien que vaya en contra del actual modelo que ya no tiene nada que ver con el “neoliberalismo” pues solo es un estatismo refinado. El Estado se ha metido hasta en la sopa regulando los más inesperados escenarios y creando monstruos como la SUNAFIL, con una labor de acoso y abuso contra las empresas. Ya no solo se trata de la SUNAT. Hemos llegado al colmo de regular incluso un escenario que casi no existe: el del trabajo en casa vía internet. Siempre con el refrito de “proteger al trabajador”.

¿Todavía podemos hablar de “libre mercado” en el Perú? Los “defensores del consumidor” se han encargado de atosigar a las empresas logrando que ya no se den ofertas o impidiendo la venta de ciertos productos en colegios y alrededores para “proteger la salud”. Exigiendo etiquetados especiales (como si alguien leyera las etiquetas) para “garantizar la información”. Se obliga a las instituciones educativas a brindar el servicio, aunque los padres no paguen, para “defender el derecho a la educación”. ¿No sería mejor que sean los padres quienes evalúen la prioridad de sus gastos en lugar de una manga de congresistas irresponsables y poseros, dados a defender sectores, derechos e ideales a costa de la empresa, el mercado y la libertad?

Podemos mencionar una retahíla de leyes atroces que han acabado con el libre mercado y la libertad del ciudadano a tomar sus propias decisiones y prioridades y correr sus riesgos. El progresismo y su obsesión por la regulación ha puesto en jaque el libre mercado hace rato, y no es que estemos mejor que antes sino todo lo contrario.

Y no hablemos del mercado laboral. Acá no hay libre mercado por ningún lado. Anda tan regulado en busca de proteger y defender los sacrosantos derechos laborales que el 70% de los trabajadores son informales. Sin embargo nadie quiere ponerle el cascabel al gato. Todos prefieren seguir en el delirio de “defender los derechos del trabajador” antes que pisar tierra. Peor aún, continúan creando “derechos” a costa de la empresa. Hoy la empresa es casi una beneficencia. Le han impuesto cuotas de discapacitados y la obligación de hacer lactarios para madres trabajadoras, entre otras medidas. Este tipo de “derechos” solo conduce a evitar la contratación o a bajar los sueldos. En general, todos los falsos derechos creados alegremente por la demagogia política a costa de la libre empresa, conducen a la precarización del empleo. Lo curioso de todo esto es que el Estado cuenta con regímenes especiales que les permite tener trabajadores sin derechos, exigibles solo a las empresas privadas.

Mientras todos prefieran seguir posando en la defensa de derechos y nadie tenga el valor de discutir las cosas que están mal, planteando soluciones realistas y asumiendo una identidad política propia, solo nos queda navegar por este mar de la mediocridad que nos ofrecen la docena y media de candidatos, hasta encallar y empezar a hundirnos, si es que ya no hemos empezado hace cinco años. ¿O alguien cree que vamos mejor?

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