viernes, 1 de diciembre de 2017

La paisana Jacinta enloquece a la izquierda


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

La humilde paisana Jacinta ha provocado toda una crisis de psicosis aguda en los distintos pabellones del manicomio de izquierdas. La última pataleta del manicomio progresista ha consistido en acusar a la paisana Jacinta nada menos que de racismo. Si, así como lo oyen. Y han llegado al extremo de pedir públicamente su censura. La paisana Jacinta les ha quitado a todos estos progres la careta de demócratas para dejarles ver como los totalitarios intolerantes y fanáticos que son. Han declarado sin ambages su amor por la censura, pero siempre que ellos la ejerzan y no los otros, tal como lo ha escrito hoy, visiblemente perturbado, el pobre Davelouis.

El caso Jacinta amerita un análisis profundo sobre los traumas mentales que subyacen en el cerebro progresista, además de la ya tradicional hipocresía y doble moral que los caracteriza. ¿Qué incomoda a la cucufatería progre sobre un personaje de ficción y una película que no es obligatorio ir a ver? En primer lugar les jode que la paisana Jacinta sea una chola atorrante. Es que en el fino entender de los progres no existen ese tipo de cholas. Todas ellas, representantes del campesinado explotado y del pueblo indígena vejado históricamente por los blancos desde la Conquista, son una población engreída, protegida y privilegiada por la caviarada que goza de la idolatría progresista. 

La paisana Jacinta viene a ser una herejía para la mentalidad progre. Es como cuando los payasos del progresismo se burlan de la Virgen en sus parodias “artísticas”, provocando las protestas de los creyentes. Ambos sectores no quieren que nadie se meta con sus ídolos. 

La paisana Jacinta no es la única “chola” del mundo del espectáculo. Está también la chola Chabuca, que pese a la huachafería indigerible de su vestuario, es dignamente representada por un gay. Así que ni tocarla, porque los homosexuales son otro sector protegido por la progresía. Hay otros personajes cuyos nombres no alcanzo a recordar pero la farándula está repleta de personajes histriónicos. Recuerdo a Nemesio Chupaca Porongo, cholo trejo que hace gala de brutalidad y viveza al mismo tiempo, sin que nadie se haya visto ofendido.

En fin, el mundo del espectáculo está lleno de personajes de todo tipo que buscan satirizar diversos sectores sociales: turistas, políticos, guachimanes, policías, negros, callejoneras, pitucas, etc. Está claro que se trata de sátiras cuyo propósito es exacerbar ciertas características con el fin de causar risa en el auditorio. Ese y solo ese es su propósito. No tienen pues el fin de representar fielmente a un sector, como lo hacen los danzantes típicos. Además nadie está obligado a ver las obras de teatro, los programas o películas de estos personajes. El que quiere los ve y al que no le gusta que no los vea y se acabó el problema. Así es como son las cosas en un mundo libre, donde se convive con una mutua tolerancia y respeto.

Pero parece que los traumaditos mentales del progresismo no entienden de sátiras cuando chocan con sus ídolos sociales. Se ofenden porque Jorge Benavides ha osado tocar y mancillar la imagen de uno de los sectores más idolatrados por la progresía: la campesina indígena. Seguro que evocan la imagen de Máxima Acuña, la "dama de la laguna" que es paseada por Europa como víctima de las mineras. Ese es el "personaje" que quieren armar acerca de las campesinas. Algo parecido a las campesinas que presentan en sus teatrales oenegés como víctimas de violaciones militares o de esterilizaciones forzadas. Esa es la única imagen de campesina que los progres quieren mostrar. 

De allí que el progresismo webero, es decir, los infantes que juegan al periodismos en sus nidos web y las redes sociales, se han declarado en pataleta permanente. Han chillando y berreando durante días promoviendo el sabotaje a la película de la paisana Jacinta, condenando a sus patrocinadores y salas de exhibición. Han hecho plantones y vigilias. Los enfermos incluso se han atrevido a ir a hacerles bullying a los que fueron a ver la película en las salas de cine. Así de perturbados están.

Lo que debemos hacer es simplemente pedirles a estos psicópatas de izquierda que se calmen. Si no les gusta la película que no la vean. Así de simple. La opinión del ministro de Cultura, Salvador del Solar, no pasa de ser eso: la opinión de un caviar que tiene los mismos sentimientos encontrados por la profanación de la imagen de las campesinas. Pero de allí a pedir censuras y sabotajes solo pasa por la mente inmadura de estos pulpines weberos que se creen superhéroes sociales.

La libertad es una sola y se ejerce bajo responsabilidad y tolerancia. Las parodias y sátiras no pueden condenarse sin caer en el ridículo de un totalitarismo nerd. Lo que es pasible de condena son las agresiones directas a personas reales mediante las parodias o sátiras, como las que emprende Rafo León con la China Tudela, un personaje que representan muy bien a la caviarada, pero que sobrepasa la raya cuando ataca vilmente de manera directa y hasta con nombre a personas reales. Pero claro que en ese caso, el progresismo infantil solo festeja.

Es hora de ponerle freno a la estupidez, matonería, hipocresía, doble moral y cucufatería progresista. Ya nos imaginamos lo que pasaría si estos sectores llegaran a tener el poder. Pero felizmente eso no ocurrirá. Estamos en un país donde prevalece la libertad aunque les duela a los rojos.

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