jueves, 18 de octubre de 2012

El aprovechamiento político de Gamarra


Cada vez es más descarado el aprovechamiento político que se hace del llamado "Emporio Comercial de Gamarra" o simplemente Gamarra, esa especie de Hong Kong criollo surgido en medio de la miseria y el abandono de La Victoria, uno de los distritos más populosos de Lima. Creció en los años 70 al lado de La Parada, cuando esta se extendía a lo largo de varias cuadras de la Av. Aviación tomadas íntegramente por ambulantes provincianos, quienes improvisaron un gigantesco mercado en plena vía pública. Allí al lado empezó a surgir silenciosamente lo que hoy se llama con orgullo "Emporio Comercial de Gamarra". 

Gamarra surgió pues en medio del abandono del Estado y en medio de la pobreza. Se hizo sola a pulso y sudor de los trabajadores provincianos que en los años 70 llegaron por oleadas a Lima, empujados por la miseria andina producto del fracaso de la Reforma Agraria de Velasco. Llegaron pobres y se pusieron a trabajar en la informalidad. Al cabo de unos años de decidido trabajo, Gamarra ya era a fines de los 80 el epicentro de las confecciones del Perú. Comerciantes de todo el país llegaban a Gamarra a aprovisionarse. Pero el verdadero boom expansivo se vivió en los 90, cuando los comerciantes ya se habían capitalizado, aprendido y ganado mercado. Entonces fue cuando empezaron a surgir las galerías comerciales y los nuevos edificios. Hoy que Gamarra es ya un claro ejemplo de prosperidad, son los políticos los que ahora llegan por oleadas a tomarse fotos con los emprendedores.

En los años 70 Gamarra era una calle llena de baches, como casi todas las calles de La Victoria, por donde debían transitar los buses del transporte público ladeándose cada vez que sus llantas se hundían en uno de los enormes agujeros del pavimento. Era la ruta obligada desde la Av. México hacia la Av. Grau porque la Av. Aviación, que debía ser la ruta natural, casi había desaparecido en medio del hervidero de puestos informales y la multitud que transitaba entre ellas. Gamarra se convirtió así en la alternativa de paso, y con ello ganó importancia como vitrina de ventas. Al principio eran tiendas de telas provenientes de las fábricas de la Carretera Central, pero poco a poco iniciaron el negocio de las confecciones. 

Lo más interesante de Gamarra es lo que no se dice. Gamarra es la prueba más clara y contundente de las falacias de la izquierda. No hace falta recurrir a ejemplos extranjeros para demostrar que las tesis de izquierda son ridículas y equivocadas. En el Perú tenemos las pruebas de la falsedad de su discurso. La pobreza no es, como afirma la izquierda, causada por un sistema perverso, el capitalismo. Al revés. Es todo lo contrario. El capitalismo es el único sistema que salva a los pobres sacándolos de la miseria.

Pero Gamarra también es una prueba de que el Estado no es el motor de la economía sino un estorbo. El gran despegue de Gamarra jamás habría sido posible si el Estado hubiese estado presente allí con todas sus regulaciones laborales, comerciales y tributarias. Ha sido precisamente gracias al abandono del Estado que los pobres pudieron trabajar en libertad y generar riqueza. Queda pues demostrado, una vez más, que es el trabajo el único motor del progreso, pero en un ambiente de libertad, donde nadie amenace la propiedad privada ni el capital ganado. Ni el Estado ni los delincuentes. Para ello los comerciantes de Gamarra también tuvieron que encargarse de su propia seguridad.

Cuando los políticos, y especialmente por estos tiempos Ollanta Humala y Nadine Heredia, visitan Gamarra llenos de entusiasmo y orgullo, llevando visitantes extranjeros como Hillary Clinton y Michelle Bachelet, para mostrarles la "inclusión social", no dan los mensajes correctos en sus discursos. No dicen por ejemplo que la inclusión social no nace de los programas sociales del gobierno. La verdadera inclusión social es un proceso natural que debe surgir por la propia acción libre de los ciudadanos, en su esfuerzo genuino de incorporación al sistema mediante su trabajo. Gamarra es pues un ejemplo perfecto del absurdo que significa la prédica de este gobierno. Visitan Gamarra sin darse cuenta de que sus ideas políticas están allí muy venidas a menos. Esa es la ceguera de nuestros políticos, y en especial de la izquierda retórica.


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