domingo, 14 de octubre de 2012

Liberales, socialconfusos y neosocialistas


Pablo Quintanilla, el filósofo PUCP que saltó a la fama al disertar sobre el concepto "caviar", calificando de ignorante a todo aquel que lo emplea, hoy es una de las estrellas del Diario Chicha16 donde sigue conmoviendo a sus discípulos de cuando en cuando. Hace poco se atrevió a pontificar sobre liberalismo en el mismo estilo basado en el empleo del sancochado criollo como sustento de la alta cocina académica. El título era "¿Cuáles liberales?" y allí nos revela una vez más el grado de confusión reinante en estos sectores de intelectuales PUCP aquejados por un esnobismo literario cada vez más intenso. No tuvimos tiempo de confrontar esa disparatada columna pero es menester hacerlo. 

Hoy parece que todos quieren ser liberales. Ya ha pasado de moda ser socialista, comunista o marxista, que era el sueño de todo académico snob hasta hace solo un par de décadas. Todavía sigue vigente declararse de izquierda o incluso "progresista". Aunque los progresistas están más congelados que pavo en navidad. Otros prefieren definirse con la ridícula etiqueta de "liberal de izquierda". Pero más allá de las etiquetas y los ropajes con que se recubren estos travestis de la polìtica, es necesario aclarar los embrollos conceptuales que perpetran en su afán de defender su socialismo camuflado. 

Pablo Quintanilla fabrica una ensalada retórica para acabar defendiendo en última instancia la intervención del Estado en la vida social. Y dice que eso es ser liberal. Miente citando mal a Locke cuando asegura que este pide la intervención del Estado en defensa de los derechos, cuando lo que hace Locke es apartar al Estado, especialmente de la vida religiosa de los ciudadanos. Quintanilla ataca encarnizadamente al mercado clamando la regulación del Estado y asegura que eso es ser liberal. Dice textualmente y sin descaro: "Para un liberal, si el abuso de alguno de los derechos mencionados amenaza a los otros, el Estado debe intervenir". Pero a continuación se contradice cuando escribe que "El liberalismo surgió para fortalecer la autonomía de las personas de modo que sean estas y no el Estado quienes elijan el tipo de vida que deben vivir". ¿Entonces como es? ¿El Estado debe o no debe intervenir? Hay que ser claros.

Quintanilla mezcla confusamente los peligros que para él constituyen el Estado y el mercado. Pero al final se declara a favor de que el Estado determine todo. O sea, después de tanta retórica inútil acaba en el mismo punto de todo socialista. Podría haberse ahorrado toda la palabrería y afirmar directamente lo que quiere decir al final: que el Estado lo resuelva todo, e incluso ¡garantice los derechos de las personas! Lo cual constituye el mayor ejemplo de estupidez política, pues equivale a pedirle al zorro que cuide de las gallinas. Así dice este filósofo "Por ejemplo, si la libertad de propiedad (el mercado) genera una concentración de poder que amenaza a los otros derechos individuales, el Estado debe actuar". Esto no es liberalismo por ningún lado. Se llama estatismo, socialismo del siglo XXI, neocojudez, lo que sea, pero no es liberalismo. El Estado es como un dique: basta que se le abra una compuerta para que se desborde inundándolo todo y ahogando en primer lugar las libertades.

Quintanilla se escusa afirmando que el liberal debe serlo en lo económico, lo político e ideológico, y critica a quienes sólo defienden un liberalismo económico "como si estos fueran separables". ¡Claro que no lo son! Por eso mismo no se entiende por qué él se empeña en separar el mercado de la sociedad, como si fueran dos instancias distintas o dos universos paralelos. Alguien debería explicarle a nuestro filósofo que sociedad y mercado son exactamente lo mismo, visto desde diferentes ángulos. Permitir que el Estado intervenga en el mercado es dejar que sea este "y no los individuos quienes elijan el tipo de vida que deben vivir". Quintanilla se contradice en cada linea precisamente porque separa mercado y sociedad. El individuo es el mismo consumidor y agente de mercado. Es el individuo el que con su poder de decisión y compra determina las tendencias del mercado. No se puede defender la sociedad y atacar el mercado sin caer en contradicción. 

Muchos socialistas del ayer disfrazados hoy de "liberales de izquierda" justifican la intervención del Estado en el mercado con la escusa de proteger a los más débiles. Pero invariablemente lo que terminan haciendo es perjudicar a todos. La tentación paternalista del Estado es dañina porque pervierte la evolución natural de los procesos económicos llevándolas por un cauce artificial. Eso no funciona. Nunca ha funcionado.

Más allá de los principios doctrinales del liberalismo, e incluso del socialismo, en el Perú ya deberíamos haber aprendido lo nefasto que resulta el Estado. Tenemos un Estado mal manejado, siempre repleto de advenedizos del partido de turno, plagado de ignorantes, corruptos e irresponsables. Carecemos de vida institucional, no tenemos políticas de Estado y en cada gobierno se improvisa todo de nuevo. El Estado es incapaz de proveer los servicios más elementales como seguridad y educación. No puede ni manejar los penales. Proponer que ese Estado intervenga en el control del mercado para imponer una especie de "justicia económica" no es ser liberal. Ni siquiera es ser socialista. Es ser un simple idiota de la política.

Debemos evitar lo más que se pueda la intervención del Estado. Más bien es hora de quitarle atribuciones para salir del despeñadero al que hemos llegado en la educación. ¿Qué estamos esperando? Lo mejor es, como ha dicho el mismo Quintanilla en medio de su confuso artículo, fortalecer al individuo y a la sociedad. Esto se consigue apoyando las formas sociales organizadas, como, por ejemplo, asociaciones de usuarios y consumidores. El mercado debe autorregularse a través del equilibrio de sus propias fuerzas, a través del entendimiento directo entre productores y consumidores. Lo mejor que el Estado puede hacer es promover y fortalecer estas organizaciones civiles dotándolas de prerrogativas legales para que sean ellos mismos los que resuelvan sus asuntos, tal como se hace con los sindicatos laborales y las asociaciones de padres de familia. Hay que entender que el Estado no es un dios que puede estar presente en todos lados para aplicar fórmulas mágicas. El Estado peruano es todo lo contrario: es la encarnación del mal. Creer que el Estado es la gran solución es tan solo la fantasía política de un sector de intelectuales intoxicados que nunca despegan las narices de los libros.

Lo que en realidad leemos en el discurso de muchos columnistas es un estatismo ramplón apenas asolapado, un añorado y recóndito socialismo, un encono irracional y un trauma doloroso contra el capitalismo que hoy se disfraza como condena al mercado. Parece que acá ya nadie quiere mostrar su carnet de comunista o socialista del siglo XXI. Prefieren la etiqueta "liberal" al estilo norteamericano. Han cambiado a Marx por Locke o Mises. Se hacen llamar "liberales de izquierda" y apelan aun discurso socialconfuso que es una especie de arroz con mango, lleno de citas y autores, pero ajenos a toda realidad y pragmatismo. No han aprendido nada de la experiencia ni de la historia.

Debemos condenar a todos los que en estos tiempos aún sigan pidiendo la intervención del Estado. En cada uno de ellos hay un totalitario escondido. Llaman al Estado para regular la vida de las personas de algún modo. A veces para imponer determinadas pautas morales propias de ciertas creencias religiosas, a veces para imponer prohibiciones según éticas de otra índole, obligando a la sociedad a vivir de acuerdo a sus normas, creencias, gustos y visiones. Quintanilla nos ofrece un típico ejemplo de miseria e hipocresía intelectual al condenar a quienes usan las leyes para imponer su moral, pero clamando al mismo tiempo por la intervención del Estado en el mercado (sociedad) y, peor aún, ¡para proteger los derechos humanos! Parece que Quintanilla ignora que es precisamente el Estado el principal violador de los DDHH. Justamente por eso nació el liberalismo: ¡para defender al individuo del Estado!


2 comentarios:

  1. Intelectualmente infértil Sr. Bobadilla, el Dr. Pablo Quintanilla goza de imprecisiones es cierto, pero la columna vertebral de su artículo es realizar exégesis de una concepción histórica de liberalismo, recordemos que así como con concepciones socialistas, ambas representan un rotundo fracaso por intentos de aplicación en puridad, recomendaría que revise sobre Dritwirkung. Saludos J.Touchard

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  2. Preciso y contundente Bobadilla, un articulo que aclara la bruma que el socialismo enmascarado de 'liberal' pretende venderle a sus alumnos; es eso lo que les estan vendiendo en la universidad? un fraude intelectual sin ninguna duda

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