martes, 20 de agosto de 2013

El Estado es la fuente de toda corrupción


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

El análisis de la corrupción a nivel mundial nos revela que la mayor fuente de corrupción es el Estado, y en especial cuando se trata de un Estado grande, controlista e intervencionista, manejado por una gigantesca burocracia que administra el poder a su antojo. Vale decir, un Estado de corte socialista como el que hoy apreciamos en Venezuela o como el que hubo en el Perú hasta principios de los 90. Ese es el tipo de Estado que genera y cobija las mayores redes de corrupción

La clave de toda corrupción (y hablamos de corrupción a gran escala) es el delirio de control del mercado y de la sociedad que tienen los gobiernos. A más control, más corrupción. Todo empieza con una prohibición o una regulación absurda y la creación de un ente burocrático especial encargado de vigilar, sancionar o de otorgar licencias como si fueran favores a la sociedad. El Estado tiene el monopolio legal de las licencias y esto hace que también posea el monopolio de la corrupción.

En los últimos años se ha desatado en el Perú una ola de indignación contra los actos de corrupción que son filmados y mostrados en TV, se han hecho campañas electorales prometiendo la lucha frontal contra la corrupción, se han creado, otra vez, oficinas especiales para luchar contra esta lacra, pero simultáneamente se han estado incrementando las condiciones para que la corrupción aumente.

Esto es lo paradójico de nuestra clase política. En lugar de analizar el problema y cortarlo de raíz lo que se pretende es combatir el flagelo con retórica, leyes y más oficinas burocráticas. Estupidez que le dicen.

Ejemplos hay de sobra. Allí tenemos esa absurda "estrategia" del gobierno aprista de controlar los accidentes de tránsito incrementando las multas a niveles de escándalo e incluso creando multas peatonales y una infaltable nueva entidad: SUTRAN. Al igual que tratar de contener la ola delictiva prohibiendo las lunas polarizadas en los autos, creando toda una aparatosa burocracia encargada de otorgar licencias. Esas estúpidas medidas, por supuesto, no sirvieron para detener los accidentes de tránsito ni para controlar la delincuencia en lo más mínimo. Su único efecto ha sido incrementar la corrupción policial. 

Pero ese tipo de corrupción es la del menudeo. Mayores focos de corrupción se dan a mayores intentos de control. En Venezuela, por ejemplo, el gobierno revolucionario socialista bolivariano chavista y demás hierbas, se ha apoderado de todas las divisas para controlarlas mediante una oficina burocrática especial llamada "Comisión de Administración de Divisas" (Cadivi) que es la única que entrega dólares. Algo que parece digno de ficción pero que también sucedió en nuestro país durante la primera gestión (es un decir) de Alan García, cuando este prohibió la libre circulación de dólares, convirtiendo a los cambistas en delincuentes perseguidos por la policía. 

La noticia que nos trae hoy la prensa nos anuncia que en Venezuela han capturado a 43 "delincuentes" vinculados al "tráfico de divisas". ¿Quién creó a estos "delincuentes"? El propio Estado bolivariano chavista cuando se apoderó de todas las divisas del país creando un ridículo ente estatal para entregar dólares a los que la solicitan mediante engorrosos trámites. Por supuesto que esos 43 no son los únicos "corruptos" que están aprovechando la estúpida situación creada por los bolivarianos.

Pero lo mismo ocurre en el Perú en diversas instancias donde el Estado pretende controlarlo todo. Basta crear una prohibición y un ente de control para que la corrupción emerja como los hongos en un campo recién abonado. Toda forma de trámite y control es fuente de corrupción. Otra fuente de corrupción estatal es disponer de fortunas en programas sociales manejados por burócratas que carecen de sensibilidad para actos de caridad.

En consecuencia, si lo que un gobierno quiere es "luchar contra la corrupción" no tiene nada más que hacer que eliminar los controles y los tramites, la mayoría de ellos absurdos, y evitar que el Estado tenga el monopolio de las licencias, así como abandonar la idea de ejercer la caridad social con burócratas. Todo lo demás es cuento chino.

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