jueves, 30 de enero de 2014

Una payasada llamada CELAC


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Acaba de concluir la tercera cumbre de la CELAC desarrollada en Cuba. ¿Qué es la CELAC? Es otro de esos "organismos de integración" inventados por el difunto líder socialista Hugo Chávez tratando de montar su imperio personal y buscando eludir la influencia de los EEUU en la OEA. En los hechos, esta CELAC es una OEA sin EEUU y Canadá. Nada más ridículo. Pero la ridiculez, el absurdo y la estupidez son parte integrante de la mentalidad socialista. Así que nadie se sorprenda. Todo lo que uno puede leer en libros de política-ficción como "El otoño del patriarca" queda corto frente a la realidad del socialismo latinoamericano y de sus líderes.

Con soberbia razón el presidente Chileno Sebastián Piñera dijo en su discurso que en Latinoamérica hay más organismos de integración que países. Pese a toda esa ridícula exuberancia de organismos, cumbres presidenciales y declaraciones delirantes y pomposas que juran su apoyo a todas las causas nobles y justas, la integración sigue siendo un mito. No podemos llamar integración al parasitismo cubano que ha infectado Venezuela y a la que succiona desesperadamente para no morir de inanición. Tampoco era integración el intervencionismo de Hugo Chávez en varios países de la región en donde alentaba candidatos monigotes para ponerlos en la presidencia y sumarlos a su corte de ayayeros.

La CELAC es pues uno de esos organismos de fachada que Hugo Chávez pensaba utilizar para mandonear con su séquito de títeres. Hoy, muerto el loco ya no tienen mayor sentido. Pero desde luego nadie se atreverá a pedir la eliminación de un organismo por más inútil que sea y por más patético que resulte. No hay mayor muestra de incoherencia, por ejemplo, que reunir a la CELAC en Cuba y hablar de democracia, libertad y respeto a los derechos humanos. Para colmo, una serie de presidentes monigotes no han dudado en posar junto al tiranosaurio mayor Fidel Castro, fundador de la dictadura. Cristina Fernández incluso adelantó su viaje tres días para estar a su lado. ¿Puede haber mayor muestra de imbecilidad humana que la de ir a rendirle pleitesía a los dictadores más longevos de la historia?

El papel de Ollanta Humala ha sido el mismo que el de una polilla que cruza el recinto. Es decir, ninguno. Su discurso fue la misma cantaleta de la inclusión social y no pasó de mencionar algunos de sus relamidos programas sociales, repitiendo su delirante idea de que el Estado debe acompañar al individuo en cada etapa de su vida, desde que es un embrión hasta que se va a la tumba. Si hubiera dicho esto en un foro europeo, donde ya conocen las consecuencias nefastas de pensar así, lo hubieran mirado como lo que es: un auténtico idiota diciendo cojudeces. Pero ni siquiera en Cuba le hicieron caso.

Por su parte José Mujica, quien al menos calzó zapatos esta vez, encandiló a la progresía continental con sus cansinos lloriqueos contra la globalización, pretendiendo que la humanidad piense como debe ser, según su iluminada y ecuménica visión, y ya no como clase o nación. Igual que los nazis, los progres siguen soñando con crear un nuevo hombre. Su discurso es siempre el mismo. Nunca se ocupan de la realidad sino de sus sueños. Tal vez por eso Mujica suele generar en los jóvenes progres el mismo efecto que Justin Bieber en los adolescentes. 

En resumen, la cumbre de la CELAC no produjo nada. Luego de los aburridos discursos se leyó la declaración final donde desde el arranque la dictadura cubana se defiende pidiendo respeto a la diversidad de cada pueblo y su soberanía para montar el modelo político y económico que le venga en gana a sus dictadores, aunque genere pobreza, miseria y esclavitud. Nadie le preguntó a los dictadores cuándo iba a haber elecciones libres en Cuba, cuándo iba a haber libertad de expresión y respeto por los derechos más elementales de los seres humanos. Todos callaron y se retiran de la isla prisión sin siquiera oír a los disidentes, quienes fueron apaleados y escondidos a la vista de todos.

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