sábado, 11 de junio de 2016

Una postura digna


Finalmente Keiko Fujimori aceptó su derrota en un corto mensaje, rodeada de sus partidarios más allegados. Lo más resaltante fueron sus buenos deseos al gobierno de PPK, a quién le recomendó mantener a sus aliados de campaña para lograr la gobernabilidad que necesita, pues advirtió que Fuerza Popular actuará como oposición. Era lo mínimo que cabía esperar luego del vejamen de la que fue objeto por parte de PPK y su gente. De este modo queda zanjado el terreno que veremos en los próximos cinco años, un resultado bastante incómodo y contraproducente que no tendría que haberse producido si no fueran por los lamentables excesos cometidos en la campaña por quienes hoy se alzan como ganadores por décimas, sin dejar de mencionar a toda la prensa progresista.

Ya es tiempo de que este país se tome un momento de reflexión para evaluar la miseria humana a la que es capaz de llegar, como lo vivido en las últimas dos campañas políticas, con el surgimiento de esa especie de enfermedad mental del antifujimorismo. Hay incluso quienes dicen que es el partido político más grande del país. En verdad califica más como religión pervertida, ya que se sustenta en mitos y en militantes fanáticos que confunden esos mitos con la verdad, y están dispuestos a todo para luchar contra lo que ellos consideran que es la encarnación del mal. Además hay toda una cofradía dedicada a generar, reforzar y actualizar los mitos contra el fujimorismo. La campaña electoral se convierte así en una cruzada bíblica, como si estuviéramos en la Edad Media de la política. No hay razones que valgan sino una fe ciega en las convicciones doctrinales.

El otro factor digno de analizar es el poder del progresismo en los medios. Hace tiempo que vivimos sometidos a la dictadura del progresismo mediático. El escenario es tal que parece una prensa dirigida por ciertos poderes ocultos, al mismo estilo que la prensa chavista o cubana. El cargamontón mediático en contra de Keiko Fujimori ha sido brutal, incluyendo psicosociales asquerosos, noticias tendenciosas y refritos clásicos vueltos a poner en portada justo antes de las elecciones. Nunca antes el nivel de la prensa en general había caído a niveles tan bajos, no solo en su accionar periodístico sino, sobre todo, en la calidad de sus columnistas y conductores de radio y TV. ¿Se han dado cuenta que hoy cualquier mamarracho tiene una columna en El Comercio? Ya no digamos nada de La República, donde la mediocridad y la mentira es la marca distintiva. 

La preponderancia del progresismo mediocre (valga la redundancia) en la prensa ha llegado incluso al canal del Estado, donde un caviar omnipresente como David Rivera se da el lujo de montar un panel repleto de progres para analizar la campaña política. Hoy vemos a diario en los paneles de opinión a personajes que carecen del más mínimo nivel intelectual, que no tienen ninguna trayectoria política ni académica, y que solo son buenos charlatanes del progresismo pertenecientes, eso si, a la argolla caviar PUCP. Vemos seres salidos de la nada a los que de pronto les regalan una columna diaria en un medio, y luego son paseados por todos los canales como si fueran vedettes de moda, sin expresar mayores argumentos que un taxista. ¿Cuál es su mérito? Uno solo: ser miembro de la logia caviar-progre de la PUCP. Más nada.

En serio, si este país no entra en un proceso profundo de reflexión de todas estas lacras que afectan a nuestra sociedad, es muy difícil que salgamos de la Edad Media. Es claro advertir que existe una gran distancia entre las visiones que manejan estos iluminados del progresismo mediático y el sentir popular. No podemos avanzar como país si permanecemos estancados en una época, solo para satisfacer el morbo de unos cuantos primitivos. Ni siquiera han ganado. Han perdido. Pero lo más curioso es que se sienten ganadores porque le hicieron perder a Keiko. Quizá Keiko Fujimori haya perdido la presidencia, pero lo que no podrán quitar de la realidad, aunque usen todo el poder de sus medios, es que hoy Keiko es la política con mayor arraigo popular en el Perú y la que detenta más poder político real.

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